Miguel y Mireia Torres, quinta generación de la Familia Torres, han ofrecido este martes, 17 de abril, en el Salón Alimentaria de Barcelona, una cata exclusiva de vinos experimentales elaborados con variedades de uva ancestrales. Vinos sin parangón, que son el resultado de un proyecto que inició la bodega del Penedès hace más de treinta años para contribuir a recuperar el patrimonio vitícola que existía en Catalunya antes de la llegada de la filoxera a finales del siglo XIX.
De las cerca de 50 variedades recuperadas a día de hoy, la Familia Torres ha presentado a los periodistas, sommeliers y restauradores asistentes a la cata, las que centralizan en estos momentos sus esfuerzos por tratarse de variedades con enorme potencial enológico y con la capacidad de afrontar el cambio climático. Según Miguel Torres, director general de Familia Torres: “Llevamos muchos años experimentando con estas variedades, conociéndolas poco a poco y tomando conciencia de todo su potencial. Nuestra idea es poderlas compartir con otros viticultores de las zonas donde mejor se han adaptado ya que es una oportunidad para recuperar, entre todos, la viticultura antigua y hacer vinos muy singulares”.
Estas variedades son la forcada, pirene, gonfaus, moneu y querol, localizadas en diferentes lugares de la geografía catalana. Cada una de ellas está ahora plantada de manera experimental en aquellas fincas de la Familia Torres donde mejor expresan su potencial. Pero para llegar a este punto han sido necesarios más de 10 años ya que cada variedad identificada como ancestral pasa por un largo proceso que implica el saneamiento y reproducción in vitro, reproducción en invernadero, adaptación al campo, microvinificaciones para determinar su potencial, y finalmente el registro en los organismos pertinentes en el caso de confirmarse el interés enológico.
Para Mireia Torres, directora de Innovación y Conocimiento de Familia Torres: “Todavía existe en España mucho patrimonio vitícola por mostrar y potenciar. Si somos capaces de recuperar aquellas variedades que no solo son enológicamente interesantes sino que también se adaptan al cambio climático, podremos convertirnos en un país vitivinícola realmente interesante”.
Variedades ancestrales: frescura, intensidad aromática y elegancia
Las cinco variedades ancestrales catadas presentan varios aspectos en común: son variedades muy aromáticas y expresivas, tienen muy buena acidez y son muy resistentes a las altas temperaturas y a la sequía, lo que las hace especialmente interesantes de cara al nuevo escenario climático. De todas ellas, se han realizado vinificaciones suaves para dejar que la variedad se expresara plenamente.
La forcada es la única variedad blanca de las recuperadas que tiene interés enológico. Está plantada en el Alt Penedès y es intensamente aromática y con una gran capacidad para envejecer gracias a su acidez elevada. Es un vino de carácter fresco, con notas cítricas y de flor blanca y que envejece muy bien, como demuestra la añada 2015. “Forcada 2015 será el primer vino monovarietal de una variedad ancestral que sacaremos al mercado, esperamos que sea a finales de año, con una producción muy limitada” ha comentado Miguel Torres.
También en el Penedès está plantada la moneu, concretamente en el Castell de la Bleda, a poca distancia de Mas La Plana, el epicentro de la Familia Torres. La añada 2017 fue la primera de esta variedad y sus vinos muestran un perfil afrutado, de cerezas y frutos negros. “Son vinos elegantes, frescos y con muy buena acidez”, sentencia Mireia.
Las variedades pirene y gonfaus se encuentran plantadas en Costers del Segre, pero en dos fincas totalmente diferentes: mientras que la primera está plantada en el pre-Pirineo, en Tremp, en el viñedo de mayor altitud de la Familia Torres, la segunda se encuentra en la finca Purgatori, en les Garrigues, la más árida de las que posee. La pirene da lugar a vinos de gran intensidad aromática, con mucha fruta, donde destaca su frescor y finura. La gonfaus es, para Mireia Torres, “la variedad más equilibrada de todas las que se han recuperado”. “Son vinos golosos, redondos y con muy buena acidez”, explica Mireia.
Finalmente, la querol fue de las primeras variedades que se recuperaron, junto con la garró. Lleva el nombre de la población donde fue localizada, en el límite del Penedès, de donde también procede la moneu. Está plantada en la finca Muralles, de la DO Conca de Barberà. Es una variedad especialmente curiosa, ya que es de las pocas que se conocen que son femeninas, con unas bayas extremadamente pequeñas, lo que da lugar a vinos “con mucha fruta, buena evolución y taninos suaves y redondos”, comenta Mireia.
La cata ha finalizado con Grans Muralles 2010, el primer vino de la Familia Torres en incorporar dos variedades recuperadas, la querol y la garró, al cupaje de variedades autóctonas catalanas. Es un vino único, de personalidad inconfundible, no solo por las variedades que lo integran sino también por los suelos de pizarra donde nace, a los pies de las murallas que antaño protegían el Monasterio de Poblet. Un vino que recibió el premio Alimentos de España al Mejor vino 2017 por el Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente, entre otros reconocimientos.
- Imágenes y vídeos cortesía de asesoría de prensa
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