La Semana Santa de la provincia de Segovia no escapa a las características que identifican estas festividades en Castilla y León. Sobriedad, sentido místico, recogimiento, silencio y sencillez tiñen las manifestaciones culturales e incluso el día a día en los municipios del territorio durante los días ‘santos’, lo que permite a visitantes devotos y curiosos experimentar la inmersión en las tradiciones y el modo de sentir del pueblo.
La capital, declarada Ciudad Patrimonio Mundial por la UNESCO, exhibe diferentes citas obligadas en las que las obras de arte de la imaginería segoviana juegan con el coqueto y vetusto paisaje urbano, como es el ‘Paso de la Borriquilla’ del Domingo de Ramos, obra de José María García Moro, con diferentes cánticos corales de niños salpicando las calles; o el Vía Crucis del Miércoles Santo, que tiene lugar en la huerta de los Padres Carmelitas, cuyo suelo recorrió el universal San Juan de la Cruz. El Jueves Santo, la interminable lista de cofradías porta los pasos desde los barrios hacia la catedral, desde donde saldrán en las procesiones mayores.
Cabe destacar el clima de devoción que se respira en la solemne procesión del Viernes Santo, dominada por la belleza en las facturas de los diferentes Cristos, como es el ‘Cristo Yacente’ de Gregorio Fernández o el ‘Cristo de los Gascones’. También merece la pena asistir a la Procesión del Santo Entierro o del ‘Lignum Crucis’, que tiene lugar pasadas las 23.00 horas y en la que una comitiva desciende desde el barrio de Zamarramala a la luz de las antorchas para dirigirse hacia la Iglesia de la Veracruz, a cuyas puertas le recibirán los Caballeros de la Orden de Malta para, posteriormente, venerar la reliquia de la auténtica Cruz de Cristo, que reposa el resto del año en la Parroquia de dicho barrio.
Y en la provincia brillan las costumbres populares
Es curioso cómo, en el resto del territorio segoviano, no se ha extendido la moda de los capuchones y en los pueblos se mantiene la cara descubierta y la austeridad en los ropajes y usos típicos de estas celebraciones. Perviven aún las tradiciones del Jueves Santo, como son la instalación de ‘Monumentos’ en el interior de las iglesias –preparación del Altar Mayor con telas, sargas, flores y velas para alojar la Sagrada Forma- o los rituales del Lavatorio –representando a Jesús en la Última Cena con los Apóstoles, el sacerdote lava los pies de doce hombres o niños-. Asimismo, también son reseñables los cantos de extractos del ‘Romancero Espiritual’ de Lope de Vega (alusivos a la Pasión) o los Calvarios que se entonan en algunas poblaciones de la provincia.
Riaza acoge curiosos y emotivos momentos en la programación de esta época. Es el caso del llamado ‘Prendimiento’ del Jueves Santo, cuando, tras los oficios de dicho día, el sacerdote se dirige al monumento y seis hombres, llamados ‘gascones’ –cargo que se transmite por herencia familiar-, irrumpen en la iglesia buscando a Jesús el Nazareno. El cura presentará al Santísimo y, desde entonces y hasta el fin de la Semana Santa, vigilarán la figura y acompañarán al sacerdote. Otro emotivo momento se vive en la noche del viernes, cuando la Procesión del Silencio recorre la Villa entre velas y antorchas y, al llegar a la plaza del pueblo, la luz eléctrica se desvanece para escuchar a un grupo de mujeres entornar la salve a La Dolorosa.
Cuéllar, Carbonero el Mayor, Coca, Villacastín, Santa María la Real de Nieva, Prádena, Nava de la Asunción o Ayllón son algunos de los pueblos con procesiones muy destacables del Jueves Santo –conocidas también como las Carreras-. Al día siguiente, una propuesta interesante es asistir a los Vía Crucis o Calvarios de la mañana, ya que en algunos aún se cantan melodías de antaño, como es el caso de Pinarnegrillo, Muñoveros o Sepúlveda. Para la tarde, San Ildefonso permite contemplar su Procesión Penitencial o del Santo Entierro, con penitentes descalzos, de cara cubierta y portadores de pesadas cruces. En Bernuy de Porreros, dos coros de hombres se alternan para entonar los romances de Lope de Vega.
Tradiciones para la inmersión
Si bien con el paso del tiempo se van perdiendo determinados usos cotidianos de los pueblos de Segovia durante estas fechas, no está de más recordar varios de ellos que permitirán a cualquier viajero experimentar de un modo más profundo su Semana Santa en estas tierras.
Se empezará por estrenar algo el Domingo de Ramos, ya que, según el dicho popular, “el que no estrena en Domingo de Ramos no tiene ni pies ni manos”. Y, aunque esté uno de vacaciones, hay que dar el brazo a torcer y preparar la Pascua limpiando la casa el lunes, martes y miércoles. El Jueves Santo se deberá ayudar a poner el Monumento en el templo del pueblo y colaborar depositando allí mismo una vela.
No pueden faltar las carracas y matracas en sustitución de las campanas, ni comer el Aleluya en la iglesia el Sábado de Gloria o el Domingo de Pascua (su nombre se explica por el fin de la alimentación de vigilia, ya que consiste en chorizo o lomo de cerdo). Un ayuno que, por cierto, se puede practicar también acercándose a la cocina de Cuaresma típica: ensalada de escabeche, bacalao, potajes, torrijas, rosquillas y, si hay ánimos, limonada.
Durante toda la semana, los propios visitantes percibirán que en algunas poblaciones aún se mantienen vinos juegos populares como el chito o tanto, la petanca o las chapas, que surgieron hace años como formas de pasar el tiempo ante la inactividad propia de la época.
Texto e imágenes cortesía de asesoría de prensa.
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